Tan kirchnerista que hizo carne aquella frase que Néstor le enrostró a Bullrich ante la inoxidable Mirtha Legrand: “Fuertes con los débiles, débiles con los fuertes”.
Grabois fue eso.
Fuerte con Alberto Fernández, a quien extorsionó cortándole la 9 de Julio día por medio.
No me lo contó nadie, lo padecí junto a miles. Cada mañana, las noticias abrían con dos datos fijos: el estado del tiempo y los cortes de tránsito protagonizados por Grabois y su gente.
El paisaje, bajo la mirada firme de Evita desde el mural de Belgrano y 9 de Julio, era tristemente constante: niños, lactantes, embarazadas y personas con ropa raída, acampando bajo el sol penetrante de febrero o el frío que cala en julio.
Víctimas pasivas de inescrupulosos que cobraban por las dos ventanillas.
Fuerte con el gobierno débil de Alberto, pero apenas llegó Bullrich y te pegó dos cachetadas discursivas, liberaste las calles. Débil con los fuertes.
Hoy, el verdadero enemigo de ese pueblo pobre al que decís representar es Javier Milei.
Eso lo tienen claro todos. Vos también. Pero actuás como esos chicos que, si no juegan de 10, se llevan la pelota.
Massa, siendo ministro de Economía, enfrentó una sequía histórica, la pandemia, el FMI y, encima, tus cortes cotidianos en medio de la campaña. Ni ese decoro tuviste, propio de quien piensa que la gallina de la huevos de oro ni siquiera se resfría.
Aun así, estuvo a tres puntos de ganar en primera vuelta. Mantuvo la provincia de Buenos Aires y sumó nuevos municipios. Logró algo más difícil: preservar la unidad. Eso no lo ves, cegado por tu propio ego.
Te vi defenderla en la sede del PJ. Ahora que no te cierra, amagás con irte.
Andá, maestro.
Por más que te apoyes en Francisco, la fe no multiplica los panes. Jesús hubo uno solo. Lo que transforma es el poder real, o al menos en apariencias, el de la Casa Rosada.
Si no aprendiste a lavar los trapos sucios en casa, mejor caminá solo.
Como decía Perón: “El que lucha contra un compañero, o es enemigo o es traidor”. Para el caso, es lo mismo.
Caminos hay muchos: el de Randazzo, el de Zamora, el de Scioli. Seguramente, como buen católico, siempre te quedará la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11:32).
Pero mientras tanto, cuando mires hacia atrás, tu ejército de excluidos y esquilmados será imperceptible. Porque las políticas del Milei al que terminás siendo funcional, ya habrán dejado a miles en el camino.