Por Daniel Spadone

Milei entregó la celeste y blanca

“Podrán vendernos el sueño americano, pero el corazón sigue latiendo celeste y blanco.”
“Podrán vendernos el sueño americano, pero el corazón sigue latiendo celeste y blanco.”

El Presidente parece más dispuesto a besar la bandera de otro país que a defender la nuestra. Pero hay cosas que el pueblo argentino no cambia, ni aunque le vendan el “sueño americano” con porristas incluidas.

Che, pibe… ¿te imaginás cantando por otra bandera que no sea la que vistió Messi?
Ahoooora nos volvemos a ilusionar… pero en vez de oler el chori y el tintito, sentir el sabor de una salchicha —perdón, un hot dog— con una cola.
El bombo y la vuvuzela reemplazados por porristas.

¡Jamás!
Uno puede cambiar hasta de religión, pero no de equipo.
Eso está en nuestro ADN nacional.
Salvo algunos que no solo odian a su patria y a su gente, sino que también reniegan de su Dios.
Y los hay, ¡eh! ¿O no te acordás de Milei rezando en el Muro de los Lamentos queriendo convertirse?

Hoy pretende que cambiemos nuestros colores por una barra más de la bandera de EE. UU.
No sabe con qué se enfrenta.
Se humilla ante Trump al borde de la vergüenza ajena, pero el pueblo argentino no arría la bandera tan fácil.

Los argentinos no seremos derechos, pero sí somos humanos.
Ah, y con orgullo y dignidad.

Nos hablan de mercado, títulos y bonos… mientras la gente no llega al 15.
Nos dicen que “esta vez será distinto”, como cuando prometieron que cobraríamos en dólares, que la casta la pagaba, que los chorros eran los otros, que iban a combatir a los narcos y que endeudar al país era de degenerados fiscales.
Pero ya no les compramos ni un auto usado.

Ya lo dice el dicho popular: no creas ni en la lágrima de mujer ni en la renguera del perro.
Agreguemos: ni en la palabra de Javier.
Tantas veces nos mintieron… tantas te creí.

No queremos que nos gobiernen los yanquis.
Nos encanta Miami y el iPhone, sí, pero queremos seguir equivocándonos a lo argentino.
Porque al menos, cuando nos caemos, lo hacemos con nuestra bandera al hombro.

Menos ahora, que los chinos pasaron del Hop Sing —el chino de Bonanza que solo servía la comida— a ser la potencia del mundo.
O sea: hoy el chino comería, y el señor Cartwright le haría de morfar en La Ponderosa.

Si tenés dudas, preguntate:
¿Qué votaría Maradona?
¿Y qué harían los pibes de Malvinas?
¿Y qué carajo les vas a decir a tus hijos cuando les cambien el 20 de junio por el 4 de julio del mes siguiente?

¡Patria siempre!

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