Por Daniel Spadone

Peronismo, una vez más te perdono

El texto reflexiona sobre la relación del pueblo con el peronismo, el perdón político y la memoria colectiva, en un contexto de crisis y desilusión.
El texto reflexiona sobre la relación del pueblo con el peronismo, el perdón político y la memoria colectiva, en un contexto de crisis y desilusión.

Ya lo dijo Borges: somos incorregibles. No sé si muy buenos, buenos o malos, pero de algo no tengo dudas: los demás son pésimos.

Nos quisieron hacer creer que el problema fue el peronismo, ese movimiento que gobernó tantos años… aunque, en la suma desde su nacimiento en 1945, lo hizo apenas 36 años de un total de 80. Es decir, los demás gobernaron 44 años. Mito derrumbado.

Que nos digan “son golpistas” o “son autoritarios”, cuando —cabe recordar— el peronismo siempre llegó a la Casa Rosada por voto popular. Fue proscripto 18 años y desalojado del poder por golpes cívico-militares; los últimos los juzgó el peronismo, los primeros, nunca. Tal vez por eso algunos se empecinan en gritar “¡Kirchnerismo, nunca más!”. Y si ahora les toca a ellos, ¿qué? ¿No supimos también perdonar antes?

Desalojado del poder en 2023 por el motivo que se te antoje —castigado, denunciado, vilipendiado—, ¿qué castigo peor puede sufrir un partido político que ser desalojado del poder? Nada. Pero, ¿estamos en condiciones de perdonarte el 26? ¿De abrir la puerta sin memoria ni exigencia?

Si los discapacitados mendigan y los médicos del Garrahan padecen, no lo dudo.
Si a los que, por derecho indiscutible, jubilaste y ahora eligen entre comer o medicarse, no lo dudo.
Si los trabajadores no llegan a fin de mes, los comerciantes no venden, la capacidad instalada de las empresas es menor que en pandemia y todos los días cierran pymes, no lo dudo.
Si el presidente de EE. UU. nos humilla públicamente y su ministro de Economía termina manejando la nuestra, no lo dudo.
Si nos atacan como pueblo, insultando a cualquiera que piense distinto —que no son muchos—, generando violencia y humillando nuestra inteligencia, no lo dudo.

Es tiempo de aprovecharnos del peronismo, aunque sea sin amor: solo por defensa propia. El domingo es nuestro único escudo; el 27 volvamos a putearlo hasta que depure de sus filas a los usurpadores de ideas en beneficio propio. Ahora hagamos tronar el escarmiento: primero a los violetas, después a los propios.

Perdonar no significa olvidar ni renunciar a exigir. Perdonar no es borrar la memoria ni entregar la plaza sin condiciones. Perdonamos —otra vez— porque esa es la forma en que vivimos la política en este país: con una mezcla de clemencia y pragmatismo que nos permite seguir. Pero no confundamos perdón con impunidad. Que la mano que damos hoy sea firme, fiscalizadora y exigente, porque el perdón verdadero exige trabajo y reparación.

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