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Los padres de un nadador paraolímpico le construyeron una pileta casera en su patio para que pueda entrenar

Sebastián Galleguillo integra la Selección Argentina. Por la cuarentena hacía 80 días que no entraba al agua. Pero sus padres, Edmundo y Marta, decidieron solucionar el problema y construyeron una pileta casera en el fondo de su casa.

Debido a la pandemia que azota el mundo, el club donde entrena Sebastián Galleguillo, en Florencio Varela, se vio obligado a cerrar sus puertas. En base a esto, sus padres, Marta y Edmundo, notaron que el joven estaba triste porque no podía nadar y eso afectaba su salud. Ante esto, en tres días lo resolvieron: con lo que tenían a mano armaron un andarivel en la casa.

Afuera, en el jardín de la casa, ya estaba casi lista la “pileta” casera. La misma, fue fabricada con plásticos, troncos de álamo podado días antes, chapas viejas, un pedazo de la campana de una parrilla, un viejo tanque de agua, dos tambores de metal y 400 litros de agua. Con todos estos elementos que había en la casa, la familia diseñó y edificó la pileta para él.

Sebastián nació a los ocho meses de gestación. Vivió los siguientes 20 días fuera del vientre de Marta conectado a un respirador. Pesaba un kilo. Al tiempo los padres y los médicos notaron que algo no andaba del todo bien. El niño tenía dificultades en el proceso madurativo, problemas para comunicarse, una especie de autismo con convulsiones interiores que lo dejaban quieto mirando un punto fijo. E hipoacusia, lo que lo volvió un niño que aprendió a hacerse amigo de los árboles, seres silenciosos como era él.

Criado en una casa humilde ubicada en el medio del campo, en el barrio La capilla de Florencio Varela, justo donde termina la urbanidad del AMBA y empieza tímidamente la pampa húmeda, el chico vivía trepado a los árboles, cobijado o a salvo de sentirse distinto a los demás.

Pero la vida le cambió cuando a los 11 años una médica le dijo a Marta que lo mande a natación. Sebastián se tiró al agua, el instinto lo mantuvo a flote y eso le gustó. “Cuando entré a la pileta y no me ahogué, me di cuenta que eso me encantaba”, afirmó él con una sonrisa al medio Infobae.

Sebastián mejoró su vida metido en el agua, en lo personal y de paso, también en lo deportivo: desde la pileta del Polideportivo Municipal La Patriada de Florencio Varela se volvió un joven competitivo, talentoso, al nivel que su desempeño lo puso como candidato para quedarse con una medalla en las Sordolimpíadas de Brasil 2021, en su estilo favorito, pecho. Galleguillo estaba dejando todo por comerle una milésima a cada pasada.

Entonces, llegó el COVID-19. Transcurrieron más de 70 días sin agua, sin club, sin nada de la vida normal. Y Marta notó que Sebastián empezó a marchitarse por la falta de agua.

En casa de los Galleguillo Hernández todo se hace con lo que hay a mano. Edmundo se dedica a trabajos de mantenimiento, albañilería y fue él quien levantó la casa donde viven desde que decidieron dejar el barrio Fátima, en Wilde, Avellaneda, para una vida más tranquila. Marta arregla y confecciona ropa. Son una familia de clase media baja, como tantas, trabajadora.

“Soy buena con las manos. Pero en este caso yo doy la idea y Edmundo, después de creer que estoy loca, hace”, explica Marta con gracia. Edmundo agrega: “Mientras hacíamos la mano de obra, Marta buscaba en internet cómo calefaccionar la pileta. Y se le ocurrió durmiendo. Después me explicó, agarramos un tanque viejo y conectamos a un tacho con leña encendida al que le pusimos una serpentina”.

Así, Sebastián llegó al día 80 de cuarentena con medio andarivel olímpico con agua tibia en el jardín de su casa. El lugar perfecto no sólo para sacarle ventaja a sus competidores de las Sordolimpiadas, sobre todo para volver a sentirse completo.

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