"Necesito un médico que se haga cargo": El desesperado pedido de una madre que tiene a su hijo con una secuela neurológica post COVID

Hace casi dos meses, Alan, de veinte años, desarrolló espasmos y movimientos bruscos involuntarios que le causan dolor, no camina y prácticamente no habla luego de haber contraído el virus. Visitó varios especialistas, pero ninguno le indicó un tratamiento efectivo. Por su caso, se inició una campaña: #UnmédicoparaAlan.

“Mi hijo dejó de ser el mismo”, lamenta su madre, Mariela, de 46 años. Hace casi dos meses que la vida de la familia Bastida cambió abruptamente: el coronavirus los golpeó de lleno. En junio, Alan, de 20 años, empezó a sufrir secuelas neurológicas después de atravesar la infección. Los síntomas post COVID se manifiestan a través de espasmos musculares y movimientos involuntarios que no puede controlar y le producen severos dolores.

El primero de junio, después de experimentar falta de olfato, gusto y tos, a Alan le detectaron el virus. Desconoce dónde pudo haberse contagiado. Los primeros días, los síntomas fueron leves. El cuadro se complicó una semana después al desarrollar primero una neumonía unilateral y luego bilateral. “Lo llevé hasta el hospital local (Teodoro J. Schestakow), le dieron corticoides, pero nunca le indicaron una internación. Yo no lo veía bien”, comentó.

En los días siguientes, mientras se recuperaba del virus, su cuerpo empezó a experimentar situaciones extrañas. Empezó a manifestar espasmos y movimientos involuntarios. “Comenzó retorciendo el brazo izquierdo y los dedos. Me asusté mucho, veía que no lo podía controlar. Además, él se quejaba de dolor”, expresó Mariela. De inmediato, acudió al hospital local.

Una vez ingresado por guardia le indicaron medicación para controlar los síntomas. “Me dieron clonazepam para calmarme, pensando que podrían ser convulsiones y ataques de pánico”, relató Alan con cierta dificultad para hablar.

Una vez en casa, y ya sin los efectos de los calmantes, los síntomas reaparecieron. Y los días posteriores fueron sensaciones aún más fuertes. “Empecé a hacer otros movimientos, ahora en ambas manos, piernas, cabeza e incluso párpados”, detalló Alan. A partir de ahí ya perdió la autonomía: “No puedo caminar y uso bastón”.

En un acto de desesperación, y sin la confirmación de un diagnóstico, Mariela recurrió a las redes sociales para visibilizar el caso de su hijo. Registró el día a día en varios videos y publicó el documento.

El padecimiento de Alan no se detuvo. Semanas después debió ser internado porque los espasmos se incrementaron. Lo trataron con ansiolíticos. “Estaba dopado por todos los psicofármacos que le inyectaron, pero ese no es mi hijo. Hasta llegó a tener alucinaciones. Es por eso que pedí el alta voluntaria”.

La especialista que lo revisó llegó a la conclusión de que el cuadro de Alan corresponde a secuelas que dejó el virus. “Trastornos involuntarios compulsivos que le afectan el sistema nervioso central, pero nadie lo sabe tratar, ni quieren hacerse cargo”, expresó indignada Mariela.

A más de treinta días de haber atravesado el virus, Alan todavía no tiene médico que estudie su salud de modo integral. Ya adelgazó más de 10 kilos, está anémico, débil y tiene gran dificultad para hablar. “Estamos a la deriva. Necesitamos que alguien nos diga qué está pasando. Cada día que pasa es un día menos en la vida de mi hijo. Sé que todavía poco se conoce sobre las secuelas del COVID-19, pero Alan tiene que volver hacer el de antes, él es el motor de esta familia”.

Teléfono de contacto para colaborar con la familia: 2604032365

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