Los jóvenes son el motor para la recuperación del planeta

Los jóvenes, en esta era donde prima la velocidad, el uso de las redes y el bombardeo constante de mensajes y noticias, tomaron un rol protagónico en cuanto a temas ambientales y formas de producir alimentos se refiere. La juventud con su rebeldía, curiosidad y valores, están ayudando a los adultos a reconfigurar el modo de vivir, gobernar y cuidar el planeta. Ellos están comprometidos cada vez más con la alimentación sana, las huertas agroecológicas y orgánicas, el cuidado del agua, los mares, el reciclado y la lucha frente al cambio climático.

Los jóvenes, como en cada época, cumplen un rol fundamental para difundir y poner en práctica en las comunidades en las que viven, las nuevas formas de producir los alimentos para impulsar una alimentación sana y una mayor responsabilidad en el uso de los recursos para cuidar nuestra salud y la del planeta. Sin duda la producción de lo que comemos, la procedencia de la materia prima y lo que hacemos con los sobrantes de comida, es el resultado de procesos socioculturales y económicos que a los jóvenes los debe movilizar para comprender y mejorar el mundo en el que vivimos. Cada vez son más los jóvenes y adultos que se movilizan por estos temas, pero necesitamos un mayor compromiso ciudadano para cambiar los modelos culturales y productivos.

Teniendo en cuenta que los alimentos sustentables son aquellos producidos de manera orgánica, sin agroquímicos ni ningún producto que altere el desarrollo natural de la materia prima, resulta deseable que se tienda gradualmente a esa forma de producción. Pero también hay que ser realistas y entender que la humanidad desde hace cientos de años busca simplificar los procesos y prefiere alimentarse con productos pre-armados que consigue en el supermercado. Hablo de deseable, porque considero que hay que privilegiar, concientizar y hasta incentivar a la población para que adopte un estilo de vida que considere al ambiente, como una parte activa del proceso de producción y que hay que cuidar y atender como a cualquier otro eslabón para que la cadena no se rompa.

El objetivo es conseguir, que la alimentación sea buena, limpia y justa, pero también, tomar una mayor conciencia crítica sobre nuestros hábitos de consumo y las repercusiones que tienen para el planeta y para la comunidad, la forma en la que producimos, cocinamos y nos alimentamos. Conocer qué alimentos son originarios de nuestra zona, en qué estaciones se siembran y cosechan y también cómo se producen, nos ayudará a llevar una dieta más sana y respetuosa con el medioambiente. Para ello la educación formal basada en valores cívicos, ecológicos y de solidaridad son fundamentales. Nos urge educar, sobre todo a los chicos, para que ellos también sean propagadores de estas enseñanzas, sobre lo divertido y beneficioso que resulta cambiar hábitos y costumbres alimenticias. Como especie, tenemos que entender que sin una tierra sana, nada se podrá seguir sosteniendo.

(*) Ex intendente de Quilmes, ex jugador de handball en la AACF y cocinero.

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