Cuando queremos dormir, cuando queremos estudiar, leer o trabajar, empezar un nuevo proyecto puede pasar que “algo” nos ocurra. Ese algo solemos llamarlo; emociones, angustia, tristeza, ansiedad, bloqueo, y un montón de palabras más que no nos dicen nada de qué hacer.
Puede pasar que estás bien preparado para dar un examen, se acerca el día y crecen los llamados “nervios”, sudoración, vacío o cosquilleo en la panza, algunos comen mucho, otros se les cierra el apetito. Llega el tan esperado día de rendir, y aparece el “bloqueo”, el “me olvidé de todo, no sé qué me pasó”, ahí es cuando se hace presente ese algo del cual no teníamos noticia y llegó para quedarse, o eso pensamos.
Un día agitado, en casa o afuera, agitado no necesariamente hablando de lo físico, sin moverse el día puede tornarse agotador. Llega la noche y después de todo ese cansancio acumulado, imposible conciliar el sueño, ¿Qué pasa? Pensamientos, recuerdos, preocupaciones, imágenes de lo que fue el día, de lo que será, de lo que queremos planear, miles de ideas que van y vienen y no podemos dormir.
¿Qué es ese “algo” que tanto molesta en nuestra vida cotidiana? No podemos saberlo en el instante, porque se trata de una construcción particular, de nuestras vivencias, experiencias, traumas, no es algo específico. ¿Qué hacemos entonces? El hecho de que aparezca en nuestros momentos más decisivos, nos permite frenar y pensar qué nos está pasando, reconocerlo como malestar. Ese malestar, es el signo de algo más, y como tal nos dice algo que debemos comenzar a descubrir.
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