Podríamos decir que lo que no está en la tele no existe en el mundo y que lo que pasa en Buenos Aires, la ciudad y la provincia es lo que la alimenta.

Pero hay otro país, en donde la gente no habla a los gritos ni tan acelerados, donde las siestas aún se respetan y la empatía tiene mucho valor.

El país del interior

Tuve la suerte de visitar en estos días La Rioja, sentirla, escucharla, recorrer sus caminos y contemplar su belleza.

Viví La Rioja, entendí un poco su idiosincrasia y su cultura de la mejor manera: el relato de su pueblo. Fue ahí donde pude correr el velo maravilloso de sus colores y ver a su gente. Osea vi el corazón y el alma de los riojanos luchando a pleno contra la pandemia.

Ahí estoicos, como las montoneras de Facundo Quiroga, embistiendo contra el virus que nos azota.

Vi un pueblo decidido, un gobierno que tomó el toro por las astas y no escatima esfuerzo, recursos e imaginación con el mismo fin. Vi el respeto de su gobernador y su ministro de salud por su gente y el de su gente para con ellos.

Vi los jóvenes vestidos con sus camisolines llorar emocionados por el trabajo que no solo los dignifica sino los pone en esa categoría de héroes anónimos. Vi la esperanza.

Gracias al Ministro de Salud Vergara y su equipo recorrí sus universidades, sus centros de vacunación, los vi arremangados y preocupados por mejorar el sistema de salud, con la misma pasión que un hincha de fútbol defiende su casaca.

Nada más gratificante que ver cómo el Estado no solo está presente, sino que se trabaja para optimizarse.

Defensores lógicos del federalismo, como lo soy yo, aún siendo de estos lados donde parece que la tele nos pone la lente, siento el deber de trabajar por un país verdaderamente integrado.

Sé que lo vamos lograr porque soy un optimista y porque parece que los riojanos se tomaron muy en serio lo que escribió su coterráneo Joaquín V. Gonzalez " trabajo va a tener el enemigo para desalojarme a mí del campo de batalla..."

¡Vamos La Rioja, vamos Argentina!

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