Ya conocés a mis viejos, todo lo que son de buenas personas, lo aprendieron de mis abuelos, que eran iguales de buena gente.

Ellos no pudieron.

Luego vinimos Vane y Yo (no voy a abrir juicio de valor sobre mí mismo) pero sin duda alguna pongo las manos, el corazón y el cuerpo entero en la hoguera por la intachable persona que es mi hermana. Nosotros pudimos.

Llegamos a la Universidad por su gratuidad. Y esa educación pública universitaria de calidad y gratis se la debemos a Perón.

Nos puso en las escalinatas de la facu como a cientos de argentinos, nos dejó las puertas abiertas, luego si entrábamos o no, si salíamos con el título o sin él, eso ya fue problema nuestro.

Creímos y creemos que es mentira que la mejor universidad es la de "la calle", un dicho basado en la comodidad y la holgazanería. La calle enseña a ser buenas personas, a manejarnos de tal o cual manera, pero el conocimiento lo da la otra. Y no significa ser ni más ni menos que nadie, porque el mayor capital que da la educación es la libertad para pensar.

Nos da la información, y el que maneja la información maneja el mundo.

Mi hermana y yo, somos el sueño de Blanca y Miguel, que alguna vez dejaron de pensar en blanco y negro para hacerlo en colores.

Le debemos eso a Perón, y mirá si será genial la ecuación que justamente nos permite criticar al peronismo en sus errores y aplaudirlo en sus aciertos.

No tenemos la adulación como cálculo, mucho menos la obligación de ser peronista.

Ambos entendemos que ser agradecidos viene de lo que nos enseñaron los que no pudieron.

Tal vez lo seamos por eso, o por ver cómo los hijos de nuestros vecinos también están en esas universidades como mis sobrinos. O por la militancia que nos inculcó mi mamá, o porque a ambos nos gusta el choripán.

O porque, y muy probablemente sea esto, vimos gobernar a los OTROS.

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