Diego mete el último gol

Ni la muerte le resulta en paz sino tan turbulenta como su vida.

Insolente vivió insolente murió. Así hizo que miles rompieran la cuarentena para despedirlo, el pueblo contra las reglas establecidas como una gambeta del destino.

El que tantas veces se cagó en los protocolos obligaba a la gente a hacerlo sin otro incentivo que el amor incondicional que sólo los grandes, los gigantes saben construir sin intermediarios, amor subterráneo difícil de cuantificar en vida pero que se manifiestan y cuantifican en la muerte.

Almas llorosas anónimas unidas por el dolor que la partida de su ídolo despierta.

Rezos pidiendo descanse en paz, pero eso era demasiado común, poca cosa, seguir lo establecido no es lo del 10.

La paz no le sienta bien al Diego, le gusta el quilombo, el ruido, la rebeldía la

lleva adentro.

El juicio que busca saber quién lo mató resulta doloroso pero tal vez sea un favor más que nos hace Maradona.

Tal vez de la misma manera que denunció la mugre en la FIFA o defendió el fútbol por encima de los hombres, inmortalizada esa idea en su frase más célebre; “la pelota no se mancha”, pueda ser que nos de la última alegría y corra el velo de la mugrienta justicia argentina.

La que se cagó en su máximo ídolo usándolo aun después de muerto, la que muestra su lado más oscuro e inepto.

La que los pobres padecen todos los días pero no tienen con que enfrentarla.

Esa que es injusta con los vulnerables y complaciente con el poder.

Esto Diego no se lo perdonaría jamás, los enfrentó con una sola arma: una pelota.

Toda esa mugre de los Palacios de Justicia como les encanta llamarse a la verdadera casta hoy está desnuda como nunca.

Y otra vez lo hizo El.

Lo que no saben o quieren hacer los mortales lo va hacer el inmortal.

Sé que te pedimos mucho maestro, pero meté el último gol y libranos de estos males.

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