“Espejo, espejito, ¿hay alguien más linda que yo?", la famosa frase con la que la malvada bruja del cuento de Blancanieves torturaba a su espejo parece haber caído en desuso total. Dicho de otro modo, ya no tiene sentido porque la imagen que el mismo nos devuelve pasó a ser un acto personalísimo. Algo q queda solo para nosotros. La ficción superó lo real y vino de la mano, como no podía ser de otra manera, de la tecnología. Más precisamente de Instagram.

La belleza física ya no depende tanto del mejor esteticista, ni de quien más entrena o mejor se alimenta. Ya no importa cuánto aloe vera tengan las mentirosas cremas faciales, ni el Botox o el plasma rico en plaquetas, sino que es más lindo o linda quien mejor maneje el photoshop. En IG somos todos más estéticos. Nuestras pieles ya no tienen nada que envidiarles a las muñecas de porcelana.

Pobre Nacha Guevara, tanto cuidarse para llegar impecable a los no sé cuántos años, tanto camino recorrido viviendo a lechuga y agua cual canario, viendo sólo el sol por la ventana para no arrugarse la piel. Para que ahora cualquiera de nosotros, con una aplicación (de yapa, la mayoría gratis), nos veamos mejor que ella y en tan solo un par de segundos.

Pero no solo somos más lindos, sino más felices, lo que no pudo aún la ciencia, encontrar la pastilla de la felicidad, lo puede un teléfono o una tablet, elegimos nuestro mejor perfil como lo hacía Julio Iglesias para las tapas de sus álbumes. Todos sonrientes como protagonistas de publicidad de pasta dental y, además, nos permite mostrar nuestras vanidades. Así tenemos fotos en la Torre Eiffel o comiendo un asado (en estos tiempos no sé cual vale más).

A la Su Giménez se la ve más joven que a la nieta. Y a Mirtha, bueno con ella nunca se sabe. Es más, creo q es el mayor desafío a las aplicaciones, es atemporal.

Cuanta leche para bañarse se habría ahorrado Cleopatra para verse más joven. Un adelantado como Oscar Wilde ya lo vio en 1890 cuando escribió "el retrato de Dorian Gray" un joven de belleza envidiable que vende su alma al diablo con tal de no envejecer. Hoy no sería necesario semejante sacrificio, solo basta con bajar una app.

Pero IG fue más lejos aún, y acá superó a otro adelantado, Walt Disney, que hizo hablar a los animales en sus fantásticas películas. O acaso Dylan el perro del Presi no tiene una cuenta con cientos de miles de seguidores. Y, hasta los bebés, que aún no gatean, ni hablan, como el caso del Mirko, nos vende pañales desde su cuenta, porque el papá parece que es torpe pero no tanto.

Pero claro, ésta tiene su parte genial, encontrar gente, amigos, parejas.

Nos permite soñar, dialogar con personas que no conocemos de cualquier lugar del mundo. Ser solidarios replicando necesidades de la gente y hasta encontrar a nuestra mascota si se extravía. Comprar cosas, eso sí, también en estos casos la realidad suele no ser como la vemos en las Publi….

Y bueno, a joderse, la ropa por ejemplo nunca es del talle y ni hablar de la calidad, casi todo parece hecho en China, sin ofender a los orientales claro está, con solo culparlos del Covid ya sería más que suficiente.

IG es todo eso y mucho más, tiene lo bueno y lo malo, de todos modos, es genial, siempre que aprendamos luego a vivir con la realidad.

Todos mostramos el lado A, después de todo el B no nos gusta ni a nosotros mismos.

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