Vivió con la misma pasión que besaba la celeste y blanca

Un día de Villa Fiorito, le pegaron un zurdazo y lo subieron al obelisco, a la Torre Eiffel, al Arco del Triunfo, al Coliseo Romano, a la Estatua de la Libertad, al Malecón de Cuba, al Taj Mahal, al Burj Khalifa, en definitiva al mundo. Hizo lo que pudo.

Por lo que sí debemos juzgarlo, con la pelota, ahí hizo lo que quiso.

Vivió con la misma pasión con la que besaba la celeste y blanca.

Un guerrero. Torrentes de sangre en sus venas para defenderla. No importaba cuantos eran sino que vayan pasando. Fue la síntesis perfecta de nuestra idiosincrasia. Los pueblos se equivocan, claro que si, pero cientos, miles llorando como estamos viendo demuestran que, en cuestiones de amor los sentimientos no se negocian, no se pueden esconder.

Y hoy una Argentina incrédula todavía de su muerte lo victorea en las calles, porque aunque sabe que no morirá jamás, no encuentra más consuelo que gritar hasta perder la voz, porque muchas veces sus gambetas hicieron lo mismo, secaron las gargantas.

El ídolo está intacto, al hombre que lo juzgue Dios. Y estoy seguro que entre pares se entenderán.

Comentarios